NADA ESTA ESCRITO

Trabajo & Mujeres

Las cicatrices que deja la crisis en las universidades de EEUU y Reino Unido

Una caída del 15% de las matrículas en la principal economía del mundo significaría una pérdida de ingresos por US$ 23 mil millones, mientras que las instituciones británicas recibirían a cerca de 14 mil estudiantes nuevos menos en 2020-2021, equivalentes a 463 millones de libras menos en aranceles y gastos en vivienda y alimentación.

Contenido exclusivo suscriptores DF Digital,
para acceder al contenido elige tu plan.

Contenido exclusivo suscriptores DF Full Digital, para acceder al contenido elige tu plan.

Suscríbete

Si ya estás suscrito ingresa aquí

Cuidemos el medio ambiente

Por: Isabel Ramos y Montserrat Toledo | Publicado: Lunes 23 de noviembre de 2020 a las 04:00 hrs.
COMPARTIR

Las universidades alrededor del mundo están enfrentando una gran crisis de financiamiento debido a la caída de ingresos causada por la pandemia del Covid-19.

Los sistemas universitarios de Estados Unidos, el Reino Unido, Australia y Canadá, que son crecientemente dependientes de los pagos de aranceles de los estudiantes chinos -hay casi 1 millón estudiando fuera de su país-, son los más vulnerables, en comparación con las instituciones de Europa continental.

Esto se debería a que las naciones anglosajonas han implementado un modelo más comercial, en que el ingreso proviene de donaciones y del cobro de aranceles, en lugar del financiamiento público que impera en el norte del Viejo Continente.

Imagen foto_00000004

Un modelo que pese a la crisis se ha decidido mantener, pues si bien la educación se ha trasladado de los campus universitarios a los computadores personales, la mayoría de las instituciones sigue cobrando los aranceles completos a los estudiantes, o haciendo descuentos reducidos, del 10% en el caso de Princeton, por ejemplo.

La situación fue dramática durante la primavera (boreal), pero la crisis se extendería hacia el otoño, sobre todo por el desestimiento de los estudiantes extranjeros. Antes de que comenzaran las clases a fines de septiembre, un estudio a 6.900 estudiantes realizado por IDP Connect -que trabaja en marketing global para alumnos- mostró que un 69% de los estudiantes internacionales que habían sido aceptados en programas en el extranjero aún tenía intenciones de viajar a estudiar.

Eso representa una caída de un tercio en los ingresos de estudiantes que pagan su arancel completo, ya que en algunos países los residentes pagan sólo la mitad del arancel (como en el Reino Unido), o son becados por su desempeño artístico o deportivo (como en EEUU).

En el caso de EEUU, los ingresos han recibido un golpe en tres frentes: cobros de hospitales universitarios, aranceles yfinanciamiento estatal. Los grandes hospitales del país, muchos de ellos universitarios, vieron caer sus ingresos dramáticamente por la suspensión de los procedimientos electivos durante la pandemia.

El gobierno federal tampoco ha salido al rescate. El Congreso aprobó US$ 14 mil millones para la educación superior dentro del paquete de US$ 2 billones (millones de millones) promulgado por el presidente Donald Trump en marzo, pero un porcentaje importante
-US$ 6 mil millones- se destinó a entregar becas de emergencia a estudiantes con problemas económicos. El resto del financiamiento cubre sólo un 1% del total de los gastos de las universidades.

El cierre de los campus y el vuelco hacia las clases online ha afectado especialmente a los estudiantes extranjeros, que deben costear su estadía lejos de casa, pero sin obtener la experiencia de clases presenciales. En este sentido, la mayor caída la han experimentado los estudiantes de Asia y el impacto ha sido transversal en todas las instituciones, desde el selecto grupo de las Ivy League hasta los community colleges.

Imagen foto_00000003

Los rebrotes de contagios en muchos estados tampoco ayudan a la imagen internacional de un país que lidera la captación de postulantes extranjeros. Pero también se ha producido un cambio en los estudiantes locales. Administradores anticipaban que quienes han sufrido el impacto financiero y sicológico del virus elegirían quedarse más cerca de casa, ir a universidades menos costosas, tomar un año sabático o simplemente no estudiar.

La lucrativa temporada primaveral de deportes fue cancelada, los pagos de dormitorios han sido devueltos y los estudiantes están demandando descuentos en el arancel por lo que consideran un trimestre perdido.

Según estimaciones de un grupo de educación superior citado por el diario The New York Times, se podría producir una caída de 15% en las matrículas, lo que representaría una pérdida de ingresos por US$ 23 mil millones.

En este escenario, a mediados de marzo Moody's Investors Service bajó el panorama de la educación superior de EEUU de estable a negativo, asegurando que las instituciones con mayores donaciones y flujos de efectivo, como Harvard y Stanford, resistirían mejor la crisis que otras más pequeñas.

"Creo que es un shock sistémico mayor" a la crisis financiera de 2008 o los ataques terroristas de 2001, dijo Susan Fitzgerald, analista de Moody's, a NYT. "No sabemos cuánto durará o los múltiples impactos que tendrá".

La crisis se ha traspasado a los funcionarios, en un sector que emplea a cerca de 4 millones de personas en EEUU. Entre las medidas de austeridad se han congelado salarios, disminuido las contrataciones y suspendido los gastos discrecionales.

Al otro lado del Atlántico, una docena de universidades británicas enfrentan la quiebra si no reciben una ayuda del gobierno para poder enfrentar sus deudas, mostró un estudio del Institute for Fiscal Studies (IFS), un think tank.

La institución estima que se necesitan 140 mil millones de libras (US$ 186 millones) si se implementa "un rescate muy focalizado", porque la petición de ayudas por 2 mil millones de libras que habían pedido las universidades fue rechazada por el gobierno
del primer ministro Boris Johnson.

La solución es que accedan al plan que dispuso el Tesoro para las empresas golpeadas por el coronavirus, que suma 700 millones de libras, pero por el cual deben competir con los demás sectores de la economía.

Es por esto que expertos señalan que la crisis ha expuesto las debilidades de un modelo comercial que cobra a los estudiantes internacionales el doble de lo que pagan los residentes británicos o europeos. El problema se presenta cuando los extranjeros dejan de llegar.

En total, los estudiantes internacionales aportan más de 6 mil millones de libras esterlinas al año a las universidades, lo que representa una quinta parte de sus ingresos.

Imagen foto_00000001

Un estudio del British Council mostró que los estudiantes de postgrado del este de Asia preferían empezar las clases presenciales en el Reino Unido en enero, en lugar de iniciarlas de forma online en el otoño (boreal).

Esa encuesta -en donde participaron más de 15 mil estudiantes entre abril y mayo- también sugirió que las universidades británicas recibirían cerca de 14 mil estudiantes nuevos menos en 2020-2021, en comparación con 2018-2019. Esto generaría una caída de 463 mil millones de libras en aranceles y gastos en vivienda y alimentación.

La crisis también afectará la investigación, que es central para los rankings internacionales de las universidades británicas, lo que a su vez ayuda a atraer a estudiantes y talento. Las universidades del Reino Unido también enfrentan la incertidumbre de qué pasara con el dinero que aporta la Unión Europea para la investigación y la caída de la demanda de los estudiantes europeos después del Brexit.

Un análisis de The Chronicle of Higher Education actualizado al 1 de octubre evidenció que de casi 3 mil universidades estadounidenses, solo el 10% declara operar completamente online, mientras que el 34% ocupa las clases telemáticascomo su herramienta principal y el 21% implementa un modelo híbrido.

En este escenario, una encuesta aplicada por la plataforma de guías de estudio OneClass a más de 13.600 estudiantes en EEUU reveló que el 93% no está de acuerdo con que se les cobre el arancel completo, considerando que ahora el aprendizaje es online.

La misma consulta evidenció que el 75% de los universitarios consultados no está contento con la calidad de las clases telemáticas, y en consecuencia el 35% ha considerado retirarse de la carrera que está cursando.

Desde marzo, las universidades declaran haber realizado esfuerzos para enfrentar el nuevo desafío, y por ejemplo la Universidad de Washington afirmó que el cambio a la instrucción en línea ha aumentado su inversión en costos de enseñanza.

La inversión se ha enfocado mayo- ritariamente en poner a disposición nuevos servicios para enseñar en línea, mejorar los existentes y apoyar a los estudiantes y funcionarios que no cuentan con los equipos necesarios para el aprendizaje remoto.

"La preparación de conferencias en línea ha duplicado el tiempo de los profesores, mientras que algunas universidades han recortado los salarios debido a los déficits presupuestarios", escribió en una columna publicada en el Financial Times, Alok Bhargava, aca- démico de la Universidad de Maryland. Pero pese a la reacción de las instituciones, los estudiantes reclaman que no aprenden lo mismo y declaran estar frustrados.

Los formatos de las clases también son variados. Hay académicos que graban sus sesiones para que estén disponibles en los diferentes usos horarios, otros que por el mismo motivo realizan dos versiones de la misma sesión y quienes se remiten al formato más tradicional, de impartir la clase en vivo por la plataforma se- leccionada por la universidad, siendo Zoom y Canvas algunas de las favoritas.

Además de los miles de empleos perdidos tanto en EEUU como en el Reino Unido, algunas universidades ya han apostado por no inscribir nuevos estudiantes, disminuir las admisiones, o bien pausar los aumentos anuales de matrículas y aranceles.

Hay otras que han tomado el camino contrario. Aunque no es lo habitual, para mitigar la pérdida de ingresos algunas universidades estadouniden- ses han aumentado los cobros, como Harvard o Yale, que para el próximo año incrementaron las ya costosas matrículas.

Hay también algunos que, para aprovechar los espacios que no están siendo utilizados por estudiantes, están reestructurando las instalaciones y ofreciendo clases adicionales, como el Instituto de Arte de San Francisco.

Pero, en general, la apuesta es por reducir todos los gastos posibles en actividades que antes eran habituales: habrá menos académicos visitantes, menos eventos sociales -también por motivos sanitarios-, las ferias para estudiantes de primer año serán online
y muchas reuniones se cancelarán.

Aunque todavía no se habla abiertamente de quiebras, tampoco está claro cuántas instituciones de educación superior sobrevivirán al colapso de sus ingresos, y si el cambio a la educación telemática -aunque sea de forma parcial- será permanente. Por el momento, siguen esperando más apoyo de sus respectivos gobiernos, argumentando que unrescate será clave para la recuperación pospandemia.